Situado en el corazón de la ciudad colonial, el programa exigía la creación de espacios internos climatizados y con tecnologías sofisticadas aptas para reuniones internacionales.
La solución de esquina articulada por un claustro buscó minimizar los grandes volúmenes; los prismas simples buscaron reducir la monumentalidad.
Al rodear los edificios, el casco colonial se quiso integrar con la creación de nuevos espacios públicos.
Con el enchape en piedra coralina, la misma de las murallas vecinas, encontraron en el tiempo un lenguaje concordante. Algunas propuestas claves para su integración fueron; la volumetría general que no sobrepasara la altura de las construcciones coloniales, una ventanería moderna, la madera que por su diseño recordara la rica subdivisión de la carpintería hispánica, grandes muros cerrados que redujeron los volúmenes generales, uso de la piedra con la cual se construyeron las murallas.
El edificio tiene dos grandes áreas: la zona del auditorio, de un costado, y la zona del gran salón divisible en cuatro espacios menores, por medio de puertas de correr. Estos espacios están situados en el segundo piso, y articulados por un claustro de la misma dimensión, que los de la ciudad antigua. El claustro se consideró un espacio abierto, pero con el paso del tiempo se cubrió para hacerlo útil y mejorar la rentabilidad. La cubierta del claustro esta sostenida por una columna central a la manera de una sombrilla invertida, y que estructuralmente no toca la construcción existente.
El edificio fue diseñado con la idea de crear espacios exteriores e interiores de valor arquitectónico, determinando que los centros de convenciones solo pueden ser galpones con aire acondicionado.
Se elevan unas de dos décadas de funcionamientos sin problemas.